aving been asked to review Alicia Rappoport’s performance last evening, I dutifully arrived with pen and notebook in hand and sat ringside, poised to record my impressions. Then she began to perform. In a state of shock, pen and paper slipped from my hands and I sat paralyzed in sheer awe. I generally recoil from hyperbole, but this gorgeous, tough, passionate, committed, powerful woman set the bar at a whole new level. This is an experience not to be missed.
Alicia Rappoport is an Olympian. She has the body of an athlete, the voice of a Goddess, the concentration of a gold medalist, eyes that pierce your soul. From the time she stormed the stage, suitcase in hand in a symbolic return to her native land, she sustained a level of intensity and focus that never let up until the very last syllable of the performance. The through line energy was only interrupted by the thunderous choruses of “Brava!” that followed every number.
The range of the performance was almost shocking. At times she attacked us like an Argentine Valkyrie. Then she would drop the energy to the most subtle and intimate expression imaginable, always with an underlying personal power at once visceral and divine. Consummate, pure operatic vocal production morphed into earthy, guttural street-like utterances. Words sometimes hurled like knives, sometimes achingly vulnerable, occasionally hissed and spit on the floor in disgust.
Yo Soy María (I am Maria!) especially ran the entire gamut. This almost frightening tour de force went from a bold, brash, unabashed sensuality through an almost schizophrenic pastiche of doubt, despair, disgust, rage and fury. As the character’s powerfully trumped-up confidence finally crumbled, she actually spat out the ultimate words “puta madre”
Speaking of opera, very special kudos to Joseph McClain, whose skillful, nurturing direction enabled Alicia to access and release the very core of her artistic being. Everything was beautifully and impeccably crafted, every movement, every gesture, every facial expression. Nothing gratuitous or superfluous, not one inauthentic moment. Of course this could only come from within Alicia herself, but it’s a very rare and sensitive artistic advisor that can encourage and help facilitate such an integrated, holistic manifestation. Minimal props were tastefully and efficiently employed, and never seemed intrusive or incongruous.
The evening is a Piazzolla Tribute, a tribute to Tango. Alicia owns the genre. Her voice is beyond compare in any setting, but when she sings Tango, the art form she grew up with in her native Argentina, she transports the audience beyond their wildest expectations. Last night’s utterly electrifying performance at Teatro del Obraje was a watershed moment in my concert-going experience here in San Miguel.
English translations of the pithy lyrics by famous South American poets are provided, so the full richness of the material can be experienced by non-Spanish-speaking audience members.
Ken Bichel is an internationally-acclaimed concert artist, Emmy Award winning composer and producer. He has performed at the La Scala Opera House in Milan, Carnegie Hall, Lincoln Center, in London for the Duchess of Kent. Bichel’s performance and recording credits include Aretha Franklin, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Stevie Wonder. He has two Gold Records to his credits.
e pidieron que escribiera la crítica del espectáculo que realizaría Alicia Rappoport. Diligentemente llegué a la función con cuaderno y pluma en mano para ocupar mi asiento de primera fila, preparado para registrar mis impresiones. Entonces empezó Alicia su interpretación. En estado de shock, bajo total estupefacción el papel y la pluma se escurrieron de mis manos mientras yo permanecía paralizado en auténtico sobrecogimiento. Generalmente evito caer en exageraciones, sin embargo, debo admitir que ésta hermosa, y a la vez fuerte, apasionante, comprometida y poderosa mujer elevó el standard de actuación e interpretación esperado creando un nivel completamente nuevo. Esta es una experiencia que nadie puede perderse.
Alicia Rappoport es una olímpica. Cuenta con la figura de una atleta, la voz de una Diosa, la concentración de una medallista de oro, ojos que atraviesan tu alma. Desde el momento en que irrumpió en el escenario, maleta en mano en un simbólico regreso a su tierra natal, sostuvo un nivel de intensidad y concentración que mantuvo hasta la mismísima última sílaba de su interpretación. Lo único que interrumpía la corriente de energía profunda de su actuación y canto fueron las estruendosas voces del público coreando: ¡Brava! después de cada número.
El alcance de su interpretación fue impresionante, casi estremecedor. Por momentos nos atacaba como una valquiria argentina (yo desearía que la ópera pudiera ser así, auténticamente dramática!) para luego reducir el nivel de energía hasta la más sutil e íntima expresión imaginable, siempre con una fuerza personal subyacente, al mismo tiempo visceral y divina. Con una consumada producción vocal pura y operística, después transformada en emisiones guturales, populares, terrenales y callejeras. Las palabras por momentos eran arrojadas como dagas, en otros momentos como elementos vulnerables dolidos y ocasionalmente siseados y arrojados al piso en señal de indignación.
Yo Soy María cumplió especialmente con éste rango, representado bajo toda la gama posible. Este tour de force casi temible pasó de una sensualidad intrépida, impetuosa, desvergonzada y sin reservas a una mezcla casi esquizofrénica de duda, angustia, rabia y furia. La falsa confianza de los personajes poderosamente se hacían trizas y finalmente desmoronados, cuando ella escupió las palabras finales: “puta madre”
Hablando de la ópera, muy especiales felicitaciones a Joseph McClain, cuya hábil y cuidada dirección permitió a Alicia acceder y dar rienda suelta al corazón mismo de su ser artístico. Todo fue producido de un modo hermoso e impecable; cada movimiento, cada gesto, cada expresión facial. Nada fue superfluo ni gratuito, ningún momento inauténtico. Por supuesto ésto podría provenir solamente de Alicia, pero es necesario un extraordinario y sensible consejero artístico quién puede animar y ayudar a facilitar una expresión tan integrada y holística. El uso de elementos escenográficos fue mínimo, se utilizaron eficientemente y con buen gusto y nunca parecieron incongruentes ni fuera de lugar.
La velada es un Tributo a Piazzolla, un homenaje al tango. Alicia domina el género. Su voz no tiene parangón en ningún ámbito, pero cuando canta tango, el arte a través del cuál creció en su natal Argentina, lleva al público a una vivencia más allá de cualquier expectativa. La función absolutamente electrificante ofrecida anoche en el Teatro del Obraje marca un antes y un después de mis experiencias de conciertos aquí en San Miguel.
Ken Bichel es un concertista de renombre internacional y productor, ganador del premio Emmy en composición y de dos Globos de Oro. Ha llevado a cabo interpretaciones en La Scala de Milán, Carnegie Hall, Lincoln Center, y en Londres para la Duquesa de Kent, entre otros. Las presentaciones de Bichel y sus grabaciones incluyen artistas como Aretha Franklin, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Stevie Wonder, etc.